Juego de potencias
(Este relato se basa en la leyenda sobre el origen de cierto juego, pero con una vuelta de tuerca). El rey atravesaba su vasto aposento, llegaba a la puerta cerrada, obra del mejor carpintero con la mejor madera; el rey giraba, volvía sobre sus pasos hasta el balcón que daba a los jardines reales, obra del mejor diseñador con las mejores plantas. El rey estaba aburrido. Planteada la necesidad de distracciones a uno de sus consejeros, el asesor respondió con presteza. También con alivio de poder contestar rápido: mejor no hacer esperar al monarca. –Señor, días atrás he visto en el bazar los inventos de un artesano de gran ingenio. Él puede ser la solución. –Tráiganlo –ordenó el rey a sus servidores, que se plegaron en reverencias antes de emprender la misión. Horas más tarde estaba de pie frente al rey un hombre pequeño, de cabellera blanca hasta los hombros y barba negra hasta el pecho. Entre esa maraña bicolor, sus ojos, vivísimos, no había dejado de hurgar cada rincón del