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Mostrando entradas de julio, 2020

Juego de potencias

  (Este relato se basa en la leyenda sobre el origen de cierto juego, pero con una vuelta de tuerca).   El rey atravesaba su vasto aposento, llegaba a la puerta cerrada, obra del mejor carpintero con la mejor madera; el rey giraba, volvía sobre sus pasos hasta el balcón que daba a los jardines reales, obra del mejor diseñador con las mejores plantas. El rey estaba aburrido. Planteada la necesidad de distracciones a uno de sus consejeros, el asesor respondió con presteza. También con alivio de poder contestar rápido: mejor no hacer esperar al monarca. –Señor, días atrás he visto en el bazar los inventos de un artesano de gran ingenio. Él puede ser la solución. –Tráiganlo –ordenó el rey a sus servidores, que se plegaron en reverencias antes de emprender la misión. Horas más tarde estaba de pie frente al rey un hombre pequeño, de cabellera blanca hasta los hombros y barba negra hasta el pecho. Entre esa maraña bicolor, sus ojos, vivísimos, no había dejado de hurgar cada rincón del

El regalo

El niño corre por la playa en un espléndido día soleado. Ríe, y en la tienda improvisada, su padre, acompañado por su esposa y sus servidores, ríe también. El hombre se incorpora para acercarse al pequeño y elevarlo en sus brazos fornidos. Al bajarlo, lo toma de la mano y corre con él hacia el mar. Corre a pasos cortos, de modo que su hijo de seis años, que no deja de reír, pueda seguirlo. Juntos se internan en el agua. El padre siente cómo disfruta el pequeño, al que ahora sostiene por la cintura. Oye los gritos de la madre, que se ha puesto de pie en la playa, pidiéndole que tenga cuidado, como nunca deja de hacer cada vez que repiten esos baños de mar. Las olas los golpean sin violencia. Permanecen unos momentos allí, mecidos por la corriente, hasta que el adulto, cargando a su hijo y venciendo la resistencia del agua, vuelve a la playa. En la orilla, el padre se detiene para levantar al niño lo más alto que sus brazos le permiten. –¿Te gustó? –le pregunta. –Mucho, papá, mucho.

En el punto señalado

  Otra cruz. La marca era similar a las dos anteriores, también pintada con dos trazos rojos en un poste de iluminación. “Algún tipo de señalización de los postes”, se dijo Ignacio cuando encontró una nueva cruz, la cuarta, en otra esquina. Su mente inquisitiva, en la tarde ociosa, le había propuesto continuar tras el hallazgo de la segunda marca, deambulando por el centro de la ciudad y su bullicio. Se imaginó el único en la empresa de la observación de postes para descubrir dos líneas rojas cruzadas. Por momentos indagaba en las caras de los otros peatones si su comportamiento generaba una mirada de extrañeza. Nadie parecía demasiado interesado en su solitaria tarea de avistaje, con ojos enfocados a cierta altura, como otras veces que inspeccionaba por curiosidad aquellas partes de las edificaciones ubicadas por encima de la línea habitual de la mirada durante el trajín citadino, cuando la vista utilitaria se eleva solo para comprobar el verde o el rojo de un semáforo. Con lo

La expedición

Esteban vio la vieja casa por primera vez al comienzo de las vacaciones, mientras caminaba hacia la casa de Julián, su mejor amigo. También era la primera vez que tomaba ese camino, porque Julián se había mudado hacía apenas una semana. Durante la construcción, Julián lo había llevado dos veces a ver cómo su casa se iba levantando, pero habían ido por otras calles. Caminó las pocas cuadras que le quedaban y vio el flamante chalet de dos pisos, tan distinto a la casona centenaria que acababa de descubrir. Tocó el timbre. Pudo escuchar los pasos apresurados de Julián, cuya cara sonriente apareció tras la puerta que se abría. Lo llevó a recorrer su nuevo hogar, hasta que finalmente se encerraron en su habitación. Esteban volvió a ver los pósters, el escritorio, la cama y demás objetos que componían la antigua habitación de su amigo. Hacía poco que los dos habían cumplido los trece años, y hacía cinco que se conocían, desde que Esteban se había pasado a la escuela a la que iba Julián. Más